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Alfabetización emocional

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El primer paso para aprender a regularse


 Los “terribles dos”, “los temibles 4”, la adolescencia... son etapas en la vida que nos recuerdan que el desarrollo emocional es un proceso a veces lento y complejo. Pero más que esperar a que nuestros hijos superen estas fases, bien podemos convertirlas en oportunidades para desarrollar herramientas socio emocionales que tendrán un impacto positivo a lo largo de su vida.

El Poder del Vocabulario

¿Sabías que el vocabulario que poseemos relacionado a las emociones influye directamente en nuestra capacidad para regularnos? O sea, para poder dominar nuestras emociones debemos primero poder reconocer, nombrar y etiquetar lo que sentimos.

Pero esta habilidad no viene con nosotros desde el nacimiento sino que se enseña, y ahí tanto el colegio, como el jardín, pero en especial la familia, tienen un rol fundamental.

Si queremos que un niño sea capaz de identificar lo que siente debemos ir poco a poco construyendo un banco de palabras relacionadas a las emociones, lo cual puede comenzar desde los primeros meses de vida, por ejemplo reflejando, describiendo y nombrando lo que tu hijo siente: “veo que estás muy contento porque llegué a la casa” o “Te sientes frustrado, sé que te cuesta abrocharte el delantal”, e incluso lo que tú sientes: “¡Estoy emocionada porque hoy vamos a salir juntos!”. Esto además de ir dándole un vocabulario de emociones también le ayudará a entender lo que vive.

Más allá de lo básico

Es muy importante que a medida que nuestro hijo crece consideremos ir más allá de las emociones básicas: alegría, tristeza y enojo, ya que mientras más variado sea el vocabulario que poseen, más asertivos podrán ser al momento de identificar cómo se sienten y por ende el proceso de búsqueda de soluciones será más fácil también.

Tan grande es el valor del vocabulario de emociones, que puede determinar cómo un niño percibe un situación e incluso cómo se siente sobre ésta. Si conoce un número muy limitado de emociones, sólo se valdrá de estas para tratar de entender lo que le pasa, lo que puede confundirlo, (por ejemplo la frustración con enojo), y llevarlo a reaccionar de manera más intensa.

Estudios recientes indican que aquellos niños a quienes se les ha hablado desde muy pequeños sobre las emociones son más capaces de percibir los sentimientos de otros y tienen más herramientas por sociales, así que el esfuerzo vale 100% la pena.

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